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Mírame

  • Foto del escritor: Karina Sarmiento Torres
    Karina Sarmiento Torres
  • 23 ago 2023
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 30 sept 2023


Mírame, no dejes de mirarme y entonces si eso que digo que soy es lo que tú también alcanzas a ver, no me dejes ir. Bueno, siempre será tu decisión, pero decisión propia o no, te digo que eso de encontrar a una mujer auténtica no es cosa sencilla. Tal vez lo de mujer está de más, debería decir encontrar una persona auténtica no es cualquier cosa. Podemos comenzar por allí, sí. Por eso de que soy una mujer. No debería tener duda de eso, mis genitales me delatan, aunque pude haber optado o más bien mis genes pudieron haber optado ser algo distinto. A mi feminidad, la he ido construyendo poco a poco y en cada década ha tenido sus matices. En unos periodos más fuerte que en otros, pero no cabe duda de que me encanta. Has escuchado como he dicho en cada década, es decir, tampoco estoy aquí hablando desde una ilusión o desde el deseo. Son muchos años los que me marcan y eso de muchos años no quiere decir que tenga la última palabra, pues aún quiero que me pasen por encima algunas décadas más. Pero estemos claros, no es cualquier recorrido, no ha sido un recorrido monótono o uno que se mantuviera en el parámetro de la mujer que soy, y además agregaría la mujer cis que soy. Aunque se podría creer que ser cis en un mundo tercamente dual es algo común y sencillo. Sí, es cierto, he batallado por mi individualidad indiscutiblemente desde mis privilegios, sin embargo, también he tenido que vivir, combatir y esquivar las violencias que como mujer me acechan. Además, lo latina, costeña, provinciana, mestiza y desarraigada me atraviesa y orgullosa soy de eso. Me estoy enredando en detalles, así que por lo pronto diré que soy una mujer cis feminista que ha vivido varias décadas. Hemos llegado finalmente a un punto de partida. Aunque ahora que lo sostengo me pregunto si en efecto esa es una afirmación que se acopla con los hechos objetivos de mi recorrido o es la ausencia de una exploración coqueta del deseo o la cobardía ante una auténtica descripción de que soy. Un punto de partida a menudo ayuda, así que no le daré más vueltas. 

Vamos por partes. Comencemos con el amor, el primero, aquel de la niñez, donde lo más hermoso era esperar el beso de papá antes de irme a dormir o ver cómo mamá mágicamente preparaba la leche achocolatada cada mañana. Ese tiempo en que jugábamos con los hermanos a la gallinita ciega o cuando luego de las travesuras y juegos de las tardes, terminaba llorando justo antes de que mamá llegara a casa al final del día, y los tres hermanos en complicidad decíamos a coro que yo me había machucado el dedo en la puerta. Mamá pretendía creernos y nos daba instrucciones para poner la mesa y alistarnos para la merienda. Esta mujer, que hoy miras, comenzó allí en un saco de corazones, respirando imaginación y abrazada de ternura. La niñez es cierto, es solo una parte. Algunos dicen que la más importante. No sé qué pienses tú. Yo me vuelco a la infancia cada vez que puedo. De vez en cuando ella me invade con tanta fuerza y esta mujer de décadas juega entonces con el aire. Me has visto así, muchas veces, transformada. Entiendo que te intriga, yo apenas lo percibo. Aunque tengo que admitir que por muchos años ocultaba a esa niña que me habita para no incomodar y mostrarme como la mujer que se espera crezca con el tiempo y que poco a poco va cambiando de luz, seguramente cada vez más opaca. Guardar la luz es mi batalla.

Ahora sigo con el amor de la madre que soñé ser o de la madre que soy. Sí, ese amor infinito. Para mí el deseo de maternar surgió de repente, ese día, cuando en el departamento de la Espejo y Almeida al ver uno de los dormitorios tuve la certeza de que le pertenecía a ella, aunque solo llegaría seis años después. Mi hija es la aventura más noble, grata y eterna que la vida me ha regalado. En ese recorrido la ternura se multiplicó y en una casa de paredes de colores, que yo misma pinté, inició la magia y me aseguré de que la infancia de ella sea también una lluvia de amor. No sabes cómo disfruto de ella, de sus ojos, de sus abrazos, de sus besos, de sus palabras, de sus sueños, de sus molestias. Ella es el amor. Sin embargo, ella avanza, avanza y ese dejar ir en amor que ahora vivo será sin duda una constante hasta que nos digamos adiós.

Te has dado cuenta de cómo sigo sin hablar de la que me habita. No, aún no puedo llegar allí. Seguiré con el trabajo, lo que amo hacer. Eso que me acompaña como identidad exterior. Hablo de eso que me nutre y mueve, que solamente puede ser por esa mujer que llevo dentro. Aunque ella es otra cosa. Ella es corazón puro. No sé cómo explicarlo, internamente cada palabra que dice, cada palabra que escucha, cada gesto que hace, cada gesto que mira se graba en su piel con olor, sabor y sensación, fecha y hora, y eso no la agota. ¿Has tenido esa sensación cuando tu cuerpo comienza a respirar con más intensidad, produciendo un vacío en alguna parte de este y rápidamente se irradia de luz o se comprime y genera una especie de electroshock? ¿Entiendes lo que te quiero decir? Esa, la que me habita, no llora cuando escucha las historias de esas personas con quienes trabaja, no puede llorar porque por ellas solo puede sentir admiración y rabia. No, no tolero que se dejen ir, casi siempre son mujeres, mujeres sin casa, maltratadas, también violadas, sin salud, en la calle, con ellas ella es dura. Porque la pena es ofensa y la injusticia solo puede dar rabia. Como convive la rabia con el amor es algo que aún intento entender. Siento que no he denunciado las injusticias con la fuerza que debía, mi voz ha sido débil, mi cuerpo sabe expresarse mejor. ¿De qué estoy hablando ahora? Solo quiero describirte quién soy, pero para qué explicarte esos detalles. ¿Detalles? La perra, la sucia, la loca, la puta, esa que lleva las culpas, aparece victoriosa y me dice “yo te lo dije siempre, tú todo lo perdiste”. Esa que también está allí observando. Afortunadamente, no está cuando es el cuerpo, es el que lidera, ella solo está en mi cabeza, esa lluvia de pensamientos que pueden mantenerme alerta y a la vez golpearme sin misericordia. Mi cabeza no se rindió ante las confesiones, pudores y miedos y, sin embargo, de vez en cuando le gusta torturarme y a la vez, ella me permitió vivir y así creció este cuerpo vital y libidinoso. No, a ella, a la que habita en mi cabeza, la quiero controlada, no quiero que la conozcas, déjala en su cueva y deja que respire sola o déjala que salga, únicamente cuando es creatividad, entonces es mi diosa.

¿Por dónde íbamos? Ya es bastante y apenas si te he dicho quién soy. No sé si es suficiente. Al comenzar te decía que no me dejes ir, pero me doy cuenta de que lo que quiero decir es que me dejes ir y te dejes ir conmigo. Nada tiene sentido si nos retenemos, retener a las personas que amamos es un absurdo si podemos navegar juntas. Cada ser que amo navega conmigo. No entiendo bien como eso sucede, pero sucede, supongo que esa es la verdadera magia del amor y eso se siente bien.





 
 
 

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